lunes, 4 de enero de 2016

Fundamentalismos, Guerra y Pacificación

Jose Luis Manchón - La invisibilidad de la guerra


Vivimos en un estado de guerra permanente que se despliega en esta parte del mundo, como un ingente y violento esfuerzo de Pacificación, muchas veces invisible pero continuado a todos los niveles. Esta calma chicha no tiene nada que ver con aquella “Paz Perpetua” propuesta por Kant y que se articulaba a través de un pacto de no agresión entre todas las naciones fruto de un consenso político. No ha sido un tratado internacional lo que ha llevado a las naciones al estado de “Paz Perpetua”.  Más bien ha sido la amenaza real de la guerra total atómica como solución final, como fin de la historia, unida a un consenso internacional favorable, amplio e inaudito respecto al despliegue del neoliberalismo a nivel global. El Estado Nación está en crisis ya que la relación que lo constituye, la relación bélica entre naciones, se ha diluido, y ha dejado paso así a lo que hemos venido a denominar Imperio. Solo los grandes atentados, en los corazones de las grandes capitales, son capaces de restaurar por unos días y como reacción a la agresión, un sentimiento que podríamos definir como pseudo-patriótico. Nadie está dispuesto ya a jugársela por defender una bandera nacional. Dentro del imperio lo que predomina es el estado de fluidez derivado de la circulación de mercancías, capitales y personas. 

El neoliberalismo ha adquirido así la dimensión imperial que acompaña al fundamentalismo económico que propugna. Las intervenciones militares contra todas aquellas resistencias exteriores que se oponen a su expansión, funcionan desde una lógica policial. La contención de la hostilidad entre los ejércitos de los Estados-Nacionales no deja de provocar muertos civiles en la periferia. 

El aplastamiento sistemático de las poblaciones que tuvieron la desgracia de nacer en territorios con recursos geoestratégicos deseados por las potencias occidentales, ha generado una reacción asimétrica al fundamentalismo económico de occidente. El Imperio no ha conseguido la pacificación total, que no es más que la eliminación de la guerra a través de la contención por represión de los micro-conflictos. El fundamentalismo religioso emerge y se perfila hoy como un movimiento de resistencia organizada que puede acabar con la “Paz perpetua” instaurada tras la segunda guerra mundial y poner freno a la expansión neoliberal. Malas noticias para los altermundistas, ya que el conflicto se dirime entre fundamentalismos cuya resolución necesariamente también lo será. 

El miedo se ha instaurado en las mentes occidentales. Ni el dinero, ni las leyes coercitivas liberales pueden frenar al fundamentalista religioso. Un sujeto político que no está en venta y por lo tanto no responde a lógicas mercantiles. Que en definitiva, en su lógica sacrificial, está dispuesto a morir matando por una justicia que no pertenece a este mundo. Y que además, al igual que el neoliberalismo, su lucha tiene un horizonte político totalizador. Su relación con el fundamentalista económico occidental, es contradictoria, y por lo tanto el conflicto no permite la asimilación mutua. Las guerras entre fundamentalistas siempre son de aniquilación. La espiral de bombardeos seguidos de atentados que anuncian nuevos bombardeos e intervenciones militares, en los que vivimos hace ya unos años, no deja de intensificarse y dejan al descubierto esta realidad.

En este escenario, la izquierda está directamente fuera del tablero de juego. Su relación profiláctica con el Islam, se ha desvelado profundamente islamófoba. Aplaudió justo después de la primavera árabe, el golpe militar en Egipto contra las fuerzas religiosas que conquistaron el poder de forma democrática después de la revolución de la plaza Tahir. En estos momentos, la socialdemocracia compite en Francia y en otros países, directamente con la extrema derecha, por el protagonismo de la matanza iniciada en Siria a raíz de los atentados en París. 

La izquierda europea se ha vuelto conservadora al abandonar sus posiciones anticapitalistas. Es un cadáver político que considera la alternativa al neoliberalismo, necesariamente un proyecto decrecentista y de igualdad por abajo, como una pesadilla que en realidad no desea. El caso de la rendición de Grecia ante la Troika es paradigmático.

Estamos en guerra.

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